Los bebés y los espejos

Los bebés y los espejos

Escrito por: Belén    17 noviembre 2009    3 minutos

Las tiendas de puericultura y juguetes ofrecen una gran variedad de espejitos para bebés. La mayoría son tan solo superficies en las que se refleja una imagen borrosa, pero al pequeño parece no importarle. Durante los primeros meses esos espejos sirven sobre todo para reflejar la luz y por ello llaman la atención del niño. Pero entre los 6 y los 18 meses, dependiendo del bebé y más cerca de la segunda fecha que de la primera, se produce un cambio. De pronto el pequeño descubre que quien le está mirando desde el otro lado es él mismo. Para ello es necesaria una maduración cerebral previa.

Lo que los mayores asumimos sin pensar, para el bebé es un importante salto en su desarrollo. Está tomando conciencia de si mismo, y gracias a ello puede seguir desarrollando el pensamiento y su inteligencia social. Hasta hace poco se pensaba que este autoconocimiento se daba sólo en los humanos a partir de una edad y en algunos primates. Sin embargo el test del espejo de Gordon Gallup ha probado que no es así y por ejemplo elefantes y delfines identifican su propia imangen.

El bebé que se da cuenta de que se ve a si mismo lo hace con una sonrisa y expresiones de felicidad. Esta es la base con la que Lacan desarrolla su teoría del espejo. Entre otras cosas dice que es el momento en que el bebé se reconoce se produce un salto en su desarrollo y nace el símbolo. Para Lacan el primer espejo en que se mira un niño es en su madre y el comportamiento de esta afectará al desarrollo del pequeño. Si la madre no reacciona al llanto con tristeza, a las sonrisas con júbilo o a los gorgojeos con imitaciones, el niño tendrá un problema en sus relaciones sociales al no ser capaz de comprender las emociones ajenas. De todos modos, es una teoría discutida y muy compleja.

No hace falta ser un experto para comprobar que la observación de Lacan es cierta, los niños disfrutan delante de un espejo. Por primera vez ven su cuerpo al completo y toma forma lo que hasta ese momento era solo una imagen cerebral. Ven como se mueven sus piernas, como cambia su cara con las muecas, comprueban su tamaño cuando estamos junto a él frente al espejo, etc.

Por tanto es aconsejable que el niño tenga un espejo a su altura y que le dejemos jugar cerca de él. Podemos aprovechar para ir enseñándole las partes de su cuerpo o como cambia su carita con cada nueva expresión. Le gustará verse después del baño con el pelito mojado o con diferentes ropas. Si no queremos entrar en complicadas teorías, basta con saber que un espejo es un buen entretenimiento para nuestro bebé.

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