Autoestima contingente: ¿Cómo puede afectar a padres y madres?

El desarrollo de una autoestima estable potencia el bienestar personal. Sin embargo, el amor propio y el autoconcepto se integran en un contexto. En ocasiones, la valoración personal está determinada por la expectativa de conseguir un propósito concreto. Cuando la meta se cumple, surge un sentimiento de bienestar temporal.

Por el contrario, si ese reto se presenta como inalcanzable, la persona siente la frustración de no haber conseguido el resultado. La autoestima contingente se caracteriza por sus constantes cambios, variaciones y giros inesperados. El pilar de la valoración personal, la base de la propia autoestima, no se centra en uno mismo, sino en los aspectos externos. Es una forma interpretación del éxito o el fracaso que incrementa la sensación de vulnerabilidad y la fragilidad.

Cuando la autoestima depende de las circunstancias externas

Las relaciones personales inciden especialmente en la autoestima contingente. La búsqueda de aprobación, el sentimiento de pertenencia y el reconocimiento se alinean con la seguridad. Sin embargo, existen otros muchos factores que pueden poner a prueba la autoestima cuando está sujeta al cumplimiento de condiciones y requisitos.

Por ejemplo, la valoración que un progenitor hace de sí mismo puede verse resentida si cree que no consigue mantener la firmeza ante una decisión, si se siente desbordado por las responsabilidades o si constantemente se preocupa por la posibilidad de perder la autoridad ante sus hijos.

La autoestima contingente también muestra una mayor complejidad. El modo en el que el adulto se percibe a sí mismo puede experimentar giros notables en función de dónde pone el foco de atención. Por ejemplo, tal vez se sienta muy realizado en su carrera profesional, pero atraviesa una situación diferente en su vida familiar (o a la inversa).

Cuando la autoestima se mide desde la comparación con los demás

Las personas que conviven con los efectos de una autoestima contingente experimentan un gran desgaste ante las críticas y opiniones ajenas. Pues bien, los comentarios externos también pueden formar parte de la realidad que viven padres y madres. Del mismo modo, la comparación con los demás también genera un sufrimiento innecesario. Especialmente, porque la persona tiende a visualizarse en una posición de inferioridad respecto a otros progenitores que parecen cumplir con su rol con la máxima perfección.

El diálogo interno de quien experimenta una autoestima condicionada suele mostrar altos niveles de crítica, juicios y falta de asertividad. El diálogo amable, por el contrario, es terapéutico y esperanzador. De hecho, está formado por palabras que nutren los pilares de una autoestima verdadera que no está determinada por los frutos alcanzados en cada momento.

La vida personal, familiar o profesional puede ser cambiante en diferentes etapas. Sin embargo, la percepción del cambio puede intensificarse en la crianza y la educación de los hijos. Por ello, es positivo que la autoestima no esté determinada por la interpretación de aquello que ocurre en cada instante.

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