Acoso escolar: el impacto de la cosificación y la deshumanización
El acoso escolar es un problema que tiene un alcance holístico y una dimensión social. Aunque las historias de bullying muestran relatos y nombres concretos, el sufrimiento que genera esta realidad tiene una dimensión holística. Afecta a las familias, los centros educativos y la sociedad en su conjunto. Pese al alcance de dicha problemática, su solución parece compleja.
Sin embargo, existen dos variables que influyen directamente en el mantenimiento de una situación de acoso: la falta de empatía por parte del entorno. Una falta de empatía que se ve agravada, a su vez, por la deshumanización y la cosificación.
Deshumanización, cosificación y falta de empatía
Es decir, la víctima es tratada como un objeto que parece desprenderse de sus cualidades humanas. De hecho, no se tienen en cuenta sus emociones, su dignidad, su autoestima y su sensibilidad cuando es sometida a humillaciones o, incluso, a la indiferencia. Existen diferentes maneras de ejercer el acoso sobre una persona. En ocasiones, el entorno hace sentir al afectado como si fuese invisible, es decir, como si no formara parte del grupo o como si no existiera. La deshumanización también se potencia con la normalización de una situación injusta.
En definitiva, es posible relativizar el sufrimiento de la víctima, minimizar el alcance del daño realizado o justificar las acciones del entorno a partir de argumentos que ponen la responsabilidad en la propia víctima. La deshumanización muestra la indiferencia del entorno ante el sufrimiento ajeno que se percibe con cierta distancia y frialdad. Es decir, refleja la pérdida de valores vinculados con el sentido de pertenencia, la unión, el cuidado, la colaboración, el respeto, la protección, el acompañamiento y el poder del grupo.
La cosificación potencia el trato impersonal
Con frecuencia, una situación de acoso escolar se prolonga en el tiempo. El sufrimiento y el dolor persisten en la víctima, mientras que las dinámicas del entorno parecen mantener una situación injusta sin que se produzca un punto de inflexión verdaderamente definitivo. Es decir, sin que cada uno asuma su responsabilidad respecto a lo que está ocurriendo. La deshumanización se alinea con la cosificación. Una persona es tratada de forma instrumental cuando se convierte en objeto de burlas o comentarios despectivos.
Por tanto, el acoso escolar pone de manifiesto la falta de empatía en la comunicación con la víctima. Y, también, el alcance de la deshumanización y la cosificación que potencian un trato impersonal. Así como la falta de conciencia en torno a la responsabilidad que existe sobre las propias acciones y las consecuencias que estas pueden causar en los demás. En la actualidad, la complejidad del acoso escolar se extiende más allá del aula con su prolongación a través del entorno digital.
La educación en valores y la integración de la inteligencia emocional en las familias, en las clases extraescolares, en los centros educativos y en los medios de comunicación son claves para transmitir a niños y niñas la relación que existe entre el «tú», el «yo» y el «nosotros».
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