El abandono en los niños: cómo lo viven desde dentro
En el libro Parole d’adopté, escrito por Fabrice Delfieu y Joëlle de Gravelaine, se puede leer: «Un ser abandonado se siente, necesariamente y a la vez, a nivel consciente o inconsciente, culpable y furioso. ¡¿Cómo podría ser de otro modo?!» A lo largo de su vida, la persona que haya sido abandonada sufrirá las consecuencias de este abandono y se sentirá culpable por ello. El sentimiento de culpabilidad es, a veces, tan fuerte que la persona se considera incapaz, desgraciada y, sobre todo, responsable del desastre; dado que sus padres la han dejado como si fuera una cosa vulgar, piensa que debe haber una razón que lo justifique.
En ocasiones, estos niños dicen, con violencia, haber sido echados a la basura como una porquería cualquiera, desgraciadamente, en la realidad, se encuentran niños echados a la basura o tirados por la calle, a veces, con un pequeño mensaje pegado a los pañales, que dice: »Cuídame».
Las secuelas y las carencias de estos niños son múltiples y muchas veces irremediablesFrançoise Dolto, psicóloga francesa, dice en su libro Enfants en Souffrance: »Estos niños abandonados transparentan todos los olvidos, todas las faltas y todas las rupturas que han aguantado». Ciertamente, viven con un trauma espantoso porque, muchas veces, nadie les ha explicado el porqué y el cómo de su situación, es decir, nadie les ha hablado, y si no se les habla, los niños no pueden entender. Siendo así, el problema parece fácil de resolver, pero no lo es.
En muchos países, los niños que están a cargo de instituciones reciben pocos cuidados; sin embargo, lo peor es que se les considera sólo un tubo digestivo o, si se prefiere, un expediente. De ahí se desprende la segunda violencia por la que pasan los niños abandonados: los mecanismos impersonales de la administración. En este sentido, las entidades públicas pueden ser auténticas máquinas productoras de violencia, ya que provocan separaciones y desplazamientos inútiles o mal preparados.
Las administraciones quieren fomentar la acogida en familia ajenaLa impersonalidad de las instituciones y el exceso de trabajo impiden un trato particular para cada niño. En algunos países, los niños ni siquiera tienen libertad de movimiento: se les envuelve en pañales como si fueran bocadillos y se les impide llorar o gesticular; por su parte, las asistencias maternales, para sacarse el trabajo de encima o bien por ignorancia, no dedican ni una sola palabra ni una sonrisa a los fardos, al os que dan de comer o limpian sin el más mínimo interés.
Las secuelas y las carencias de estos niños son múltiples y muchas veces irremediables. Algunos especialistas en adopción califican al niño abandonado como un niño en pedazos. Catherine Bonnet, en su libro Les enfants du secret, explica:
¿Cuántos años habrá que esperar para que nuestra sociedad se dé cuenta de que la ruptura de los lazos familiares no puede ser un tabú?; ¿Qué no es la respuesta socioeconómica (con instituciones pintadas de los colores más bellos, con familias de acogimiento que reciben dinero del estado, con colocaciones de todo tipo, con pueblos de niños) la que ayudará al niño a construir su personalidad? Todos los niños gritan que han buscado desesperadamente el amor, entonces, ¿por qué nuestra sociedad tiene tanto miedo de hablarles de amor?
Desgraciadamente, muchos niños bajo tutela administrativa nunca serán adoptados. Y ahí está el mayor problema de la administración: se ve obligada a privilegiar los lazos de familia mientras sea posible.
Si estos niños viven en los centros de acogida durante toda su infancia y adolescencia, a los dieciocho años, ya mayores, se quedan fuera de la competencia de la administración, y entonces, ¿a quién pueden recurrir si no se han mantenido los lazos con sus familias de origen?
Para disminuir estas carencias, en el futuro, las administraciones quieren fomentar la acogida en familia ajena y bajar el número de niños que se quedan en las instituciones.
Fuente | «Adoptar un hijo hoy«, por Martine Audusseau-Pouchard
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