6 consejos para alimentar la relación entre madre e hija
El final de un año o el comienzo de un nuevo capítulo del calendario invita a la reflexión en torno al estado de los vínculos personales. La relación entre madre e hija es muy especial y significativa. Pues bien, este lazo puede nutrirse, alimentarse y fortalecerse desde el nacimiento. En Uno más en la Familia compartimos seis consejos esenciales.
1. Que la hija no se sienta a la sombra de la madre
Se trata de un vínculo tan estrecho que, en ocasiones, el presente y el futuro de la hija puede estar influenciado de manera negativa por el peso de expectativas personales. Sin embargo, es muy importante que la niña no se sienta a la sombra de otra persona, sino que tenga la posibilidad de realizar su propio camino como ser único e irrepetible.
2. Relación asimétrica
El amor incondicional nutre el bienestar del bebé. La aceptación, el arraigo y el reconocimiento aporta una fuente de protección. La generosidad de dar, en ocasiones, conecta con el deseo de recibir cariño a largo plazo. Sin embargo, para que las expectativas sobre el propio vínculo sean realistas, conviene puntualizar que el lazo entre madre e hija es asimétrico.
No se encuentran en una posición de igualdad, como ocurre en los lazos de amistad de la infancia. El rol de la madre, al igual que el del padre, se alinea con el cuidado, la responsabilidad, la autoridad y la crianza.
3. Acompañar sin adoptar una posición directiva
Madre e hija son dos personas diferentes, aunque compartan muchos aspectos en común. El acompañamiento materno es nutritivo para la hija. Sin embargo, es importante no confundir la cercanía con adoptar un rol que sea permanentemente directivo. Es decir, que determine el camino que debe seguir la hija. En caso contrario, se reduce la espontaneidad, la autonomía o la capacidad de descubrimiento personal en la conexión con la realidad.
4. Sanar las heridas emocionales de la infancia
La crianza y la educación no solo se alinean con el presente de una nueva etapa, sino que pueden estar condicionadas por carencias y dificultades del pasado. Las heridas de la infancia hacen referencia a la huella de aquellas experiencias que causaron un impacto negativo.
En ocasiones, el adulto necesita reencontrarse nuevamente con su niño interior para abrazarle y arroparle. Es posible proyectar la sombra de esas dificultades en la vinculación con el bebé. Cada proceso de superación es diferente, pero el perdón es un ingrediente terapéutico y recomendable en escenarios vitales distintos.
5. Aprendizaje y descubrimiento mutuo
La experiencia de aprendizaje es inherente a la existencia. La madre puede compartir sus fortalezas con su hija y, a su vez, puede redescubrir el mundo desde la óptica de la primera vez. Aquella que conecta con la mirada de la curiosidad que está tan presente en la niñez.
6. Hacer espacio a otros vínculos importantes
La relación entre madre e hija es muy valiosa. Aunque debe encontrar su propio equilibrio. El vínculo debe dejar el espacio necesario para que cada una de las partes, a su vez, pueda establecer conexiones profundas con otros seres queridos. De lo contrario, se produce una situación de dependencia a largo plazo. Y, además, otras personas del entorno pueden sentirse desplazadas y en un segundo plano.
Para alimentar el vínculo entre madre e hija es importante disfrutar de la singularidad de la relación, sin establecer comparaciones habituales con estereotipos ideales.
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