“¡Yo solito…!”
Hacia el segundo año de vida, el niño va logrando avances cada vez más notables, en cuanto a motricidad y lenguaje; parece que sus pensamientos son cada vez más claros y que dentro de sí sabe lo que quiere hacer o a dónde quiere ir antes de hacerlo. Esta seguridad y control de su propio cuerpo, le ayudarán a dejar el pañal y el chupete, y a convertirse en un explorador de espacios más grandes.
Descubre también que sus intereses o deseos, pueden ser diferentes de los de sus padres en determinado momento y se siente inclinado a la independencia en actividades que a los padres les puede parecer que necesita ayuda; está es la etapa del “yo puedo solo”, por la que todos los niños pasan entre los dos y tres años, de singular importancia para su desarrollo futuro.
Intentará escoger la ropa que quiere ponerse y vestirse por su cuenta, abrir la puerta, bajar las escaleras y alcanzar cosas que están altas; seguramente en otros momentos va a querer estar pegado de la madre y no separarse de ella, pero en otros momentos asumirá este tipo de retos por sí mismo, para sentir que es capaz de hacer cosas que parecen difíciles.
Este es un momento crucial; como padres, es recomendable respetar el deseo del nene de hacer algo por su cuenta, obviamente supervisándolo, pero es mucho más importante hacerle entender que existen ciertas cosas que no puede hacer solo, por su seguridad o porque no es el momento apropiado. Al negarle estas cosas se puede desencadenar un berrinche, una pataleta, si el niño no comprende el por qué se la ha negado y así expresa su frustración.
En estos casos, hay que sostenerse en el “No”, para que el pequeño no piense que a través de gritos, patadas y llanto puede conseguir lo que quiera; efectivamente no se le puede conceder todo lo que quiera, pero al niño debe explicársele el por qué esto o aquello no puede hacerlo solo todavía. Comprender explicaciones de este tipo, también hacen parte de su desarrollo y ayudan a formar la personalidad y el carácter del niño.
Fuente l Psicología Infantil
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