Los videojuegos: uso o abuso
Con la llegada de la Navidad y la tradicional carta a los Reyes Magos, serán muchos los niños que se decidan por pedir una videoconsola de juegos. Y es que, en la mayoría de hogares de nuestro país, desde hace ya casi una década, los juegos electrónicos se han hecho un hueco importante en el tiempo libre de niños y adolescentes. Entretenimiento que puede estar lleno de ventajas pero, también, crear graves perjuicios.
Y es que, como casi todo en la vida, del uso al abuso hay sólo un paso. Somos los padres los que debemos detectar si nuestro niño está “enganchado” a la maquinita, algo que nos va a traer demasiados disgustos sobre todo, porque su comportamiento y su vida social se va a ver mermada considerablemente. En la mayoría de ocasiones el videojuego se antepone a otras actividades como hacer deporte, estudiar, leer, conversar o quedar con los amigos, por ejemplo, por lo que puede desembocar en un feroz aislamiento que lo lleve a un exceso de individualismo.
Para detectar si nuestro niño está abusando del videojuego, y no se trata de una manía nuestra, podemos observar sus reacciones frente a estos cuatro casos que, de un modo u otro, se manifiestan en cualquier tipo de adicción:
La necesidad imperiosa de encender la consola, el ordenador, etcétera. Lo hace de forma automática y casi sin percatarse de lo que surge a su alrededor.
El síndrome de abstinencia cuando no puede realizar esa acción: se encuentra mal, inquieto, nervioso…
Mientras está jugando se encuentra tenso, disfrutando al mismo tiempo que experimenta una tensión que va creciendo a medida que avanza la partida.
Cuando se interrumpe el juego (se va la luz, se le quita…) se muestra fuera de control e, incluso, con una actitud agresiva.
Vía | Guía del Niño
2 comentarios
No es fácil separar al niño de su consola, pero es mejor pasar un mal ratillo que tener un pequeño adicto.
Como todo en la vida se trata de encontrar el equilibrio justo y debemos ser los padres los que intentemos enseñarles ese punto ‘perfecto’ para que una diversión no se convierta en vicio. Difícil, sí pero no imposible.
Un saludo, Belén.