Restaurantes sin peques en Bilbao
Cada vez son más los servicios de ocio en los que se veta a los niños. Y no hablamos, lógicamente de ocio nocturno. Hay compañías aéreas sólo para adultos, hoteles en los que no se admite a menores de 16 años y ahora también, al menos en Bilbao, cafeterías-restaurantes donde no se admiten niños solos ni acompañados.
«Reservado el derecho de admisión a quien con su comportamiento incívico […] cause molestias a otros usuarios, y también a los menores de edad, acudan solos o acompañados», así reza un cartel en Style, restaurante-cafetería bilbaína. Al parecer no está haciendo nada ilegal, pues en el País Vasco el derecho de admisión no tiene una normativa específica y es a juicio del propietario. Tan sólo se prohíbe la discriminación por «raza, sexo, religión y otros motivos sociales como, por ejemplo, tener síndrome de Down», según aclara el secretario general ejecutivo de la Federación de Hostelería del País Vasco, Ángel Gago.
Gago da su opinión personal sobre la medida adoptada por estos empresarios, que ha causado la polémica esperada, «Hay ciertos padres que abandonan sus obligaciones con sus hijos y, mientras ellos están en las terrazas, el interior de muchos bares de la ciudad parece un auténtico parque infantil. El empresario debe tener derecho a decidir qué modelo de empresa quiere explotar y luego si quieren castigarnos con no venir, pues que no vengan. Ya está bien de que el Gobierno nos diga cómo tenemos que llevar nuestros negocios».
Pues está clarísimo, el problema no son los niños, son los padres que no son capaces de educarles. Los que piensan que poner limites a un crío es coartar su libertad, los que defienden que los niños gritan y corren en un espacio cerrado porque son niños, los que aún sabiendo que sus hijos son de los que se definen como un incordio para el resto de los clientes, no se privan de ir a un bar, cafetería o restaurante.
El resultado, el veto a los menores, sean como sean. Incluso en la cafetería de la que hablamos un padre no pudo comprar un botellín de agua a su hijo porque iba con él. Creo que en este caso exageran y yo me hubiera enfadado mucho, pero entiendo perfectamente a la dueña. Eso sí, conmigo que no cuenten en un sitio en el que no se admiten niños, vaya o no con ellos por mucho que comprenda los motivos. Me gusta más la medida que tomó otro local, esta vez en Estados Unidos, de reservarse el derecho a expulsar a los niños que molestasen.
un comentario
Me gustó más la idea de otro restaurante americano que «premia» en la cuenta a las familias que se comportan haciéndoles un descuento.