La lucha por coger caramelos en la Cabalgata
La Navidad ha terminado y los pequeños están de nuevo en el colegio pero yo sigo dándole vueltas a la Cabalgata del día 5. Como ya comenté tengo que hacer un gran esfuerzo para ir, no me gustan las multitudes y menos la mala educación y ambas cosas sobran en este evento navideño. Como cada año, fuimos con tiempo, encontré un sitio donde mi niña no se ahogara y donde poder levantarla y dejarla en el suelo a ratitos (mamá está fuerte, pero son muchos kilos durante dos horas). Aguantamos los codazos, empujones y demás de quien llega tarde y quiere ponerse en primera fila. También disfrutamos con los niños de alrededor, la ilusión y los nervios compartidos, y como no, la lista de peticiones a los Reyes.
En muchas ciudades de España se ha puesto de moda, desde hace años, dar la vuelta a los paraguas para coger el mayor número de caramelos posible. Incluso Froilán lo hace, como puede verse en la fotografía. En Valencia se reparten cajas de publicidad con forma cónica, con el mismo fin y me imagino que en otros lugares también. Desde mi punto de vista estos «inventos» desvirtuan la fiesta, además de parecerme muy egoistas y absurdos.
Sin artilugios mi niña recogió más caramelos de los que le cabían en el bolsillo, de los que no se comerá ni una décima parte. Por un lado porque los caramelos duros no son sus favoritos, por otro porque me dan miedo y porque no puede tomar todas las chuches que quiera. Como me considero una madre normal, supongo que en la mayoría de los casos pasará lo mismo. ¿Para que quieren algunos un kilo de caramelos? Lo único que hacen es alimentar su egoismo, intentando acaparar lo que en teoría es para todos. Y se hace además en unas fiestas en las que debería primar el amor y la solidaridad.
Los niños van o deberían ir a la Cabalgata a ver a los Reyes y las carrozas llenas de regalos. Si cae algún caramelo mejor, pero no debería ser el objetivo de este desfile. Sinceramente, yo los quitaría y esas toneladas de dulces y pequeños juguetes los llevaría a Cáritas, las casas-cuna y demás lugares donde hay niños con menos suerte que los nuestros. ¿De verdad todos esos niños que sacan el paraguas y similar, tienen unos padres que no pueden gastar unos céntimos a la semana en caramelos?. Y por otro lado, ¿qué estamos enseñando a nuestros hijos?, ¿son esos los valores que queremos transmitirles?.
Froilán sólo es un niño más que hace lo que ve y lo que sus padres le permiten, pero no me parece ni más ni menos reprobable que cualquiera de los otros miles de casos.
Foto | El Periódico
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