Juegos de siempre para jugar en la calle: Pídola
Uno de los juegos tradicionales que más dientes han costado a los niños de muchas generaciones es Pídola. Unas veces era por calcular mal el salto y otras porque el burro o la madre se levantaba antes de tiempo. Sin embargo, también es de los más jugados y de los que más horas de diversión y ejercicio proporcionaban.
Como en casi todos los juegos con reglas no escritas hay varias versiones de pídola. Pueden jugar sólo dos niños o un grupo grande. Una de las variantes consiste en sortear quien hace de burro, que será el niño que se ponga doblado por la cintura y con la cabeza bien agachada y protegida por los brazos. El resto de pequeños tiene que saltar por encima de él como se salta el potro, es decir apoyando las manos en la espalda del burro y abriendo las piernas para no tocarle.
Se podía trazar una línea en el suelo y los saltadores se ponían a un lado y el chico al que había que saltar al otro. Si alguno pisaba la línea, no conseguía saltar o tocaba con los pies al burro, tenían que cambiar posiciones. En cada ronda se separaba más el burro de la línea para dificultar el salto. El primer saltador decidía como saltar y los demás debían imitarle.
Otra variedad quizá más divertida para todos es que se colocan todos los niños menos uno doblando la espalda, en fila. El que queda comienza a saltarlos en orden y cuando termina la fila se coloca para ser saltado. El que ha quedado primero se incorpora y hace lo mismo. Así todos saltan y son saltados igual número de veces.
Foto | Picassomio
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un comentario
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