Día de la madre: versos para recordar toda la vida
Como todas, mi madre también fue víctima de los marcos hechos de macarrones, los collares con piezas de pasta engarzadas y, cuando fui un poco mayor, cojines, cuadros y hasta mantelerías de un dudoso punto de cruz. Todos ellos ocuparon un par de días, el puesto presidencial de la cocina, pero luego fueron a parar a la oscuridad de algún cajón y del olvido.
Sin embargo hubo un regalo que los superó a todos, uno que pervivió en el tiempo y en la memoria, algo que todavía mi madre recuerda con cariño y que para ella, según dice, fue el mejor de todos: unos simples versos.
Cuando a penas tenía cinco años, mi profesora de preescolar nos hizo garabatear una y otra vez una poesía en una hoja de papel, hasta que se me quedó grabada a fuego en la memoria. Después, cuando mi letra ya era legible, tuve que volver a escribirla ¡a boli! en una cartulina con el collage de un pájaro. La primera vez que escribí con tinta indeleble fue para decirle a mi madre que la quiero y eso, te marca la vida.
Por esto, invito a todos los padres a que le enseñen a sus hijos la fuerza de la palabra, a que les muestren modos de decir te quiero. Esta fue la forma en la que a mí me enseñaron:
«Mamita preciosa
mi dulce embeleso
deja que en tu cara
deposite un beso
Deja que me ponga
sobre tu regazo.
Deja que te estreche
en un tierno abrazo».
Foto | Flikr-plumnutz